mercredi 15 août 2012

Las vacaciones y París en agosto


Ya estamos a mediados de agosto, mes del “regreso a la escuela” en Puerto Rico, pero que en Francia es sinónimo de vacaciones. Y aquí las vacaciones son sagradas. Quizás sea porque, históricamente, Francia fue el primer país en el que se instauró la práctica de otorgar cierto número de días de reposo remunerados en 1936. En aquella época eran dos semanas al año, y hoy en día son cinco. Aunque es posible dividirlas a lo largo de todo el año, lo cierto es que la mayoría de los franceses prefiere tomar una buena parte de ellas durante el verano, para disfrutar del buen tiempo.  Por eso, a partir de julio, pero sobre todo en agosto, hay un gentío en los aeropuertos y las estaciones de tren, y son comunes los tapones de horas y horas en las autopistas, particularmente las que conducen de París al sur. Y es que para la mayoría de los franceses, es inconcebible estar de vacaciones si no se va a algún lado. Quienes tienen un presupuesto bastante limitado van a visitar a familiares o a amigos en otras regiones, o a pasar unos días en uno de los muchos campings que hay en todo el país. Hay incluso organizaciones que recaudan fondos para mandar de vacaciones a niños cuyos padres no tienen los recursos para ofrecérselas, lo que significa que se considera como una prioridad, casi una necesidad.

Cuando los parisinos se van, la diferencia en la ciudad es notable.  Aunque sería exagerado decir que todo se paraliza, lo cierto es que muchos negocios cierran y tanto en las oficinas de gobierno como las de la empresa privada hay muy pocos empleados. Quienes se quedan saben que para muchas gestiones, habrá que esperar a principios de septiembre. Pero quedarse también tiene sus ventajas. A pesar de que París no se vacía nunca, pues aunque muchos de sus habitantes se marchen, siempre están los turistas, hay menos gente en el metro en la hora pico y menos filas en el supermercado. Además, hay muchos conciertos, cine al aire libre, y hasta una “playa” artificial a orillas del Sena donde se puede ir a broncearse y a disfrutar de actividades de ocio muy variadas. Por eso, no soy la única en pensar que es placentero estar en París en agosto. Pasear por sus calles y sus jardines los días soleados y cálidos (que en el año no son tantos), me hace sentir como si estuviera volviendo a descubrirla y a enamorarme de ella.