Que conste que no tengo la intención de
hablar sólo de política en este espacio, pero me parece que el periodo electoral
es un momento particular que amerita comentario.
Me pareció interesante, por ejemplo, lo
ocurrido con la difusión de los resultados el domingo pasado. Como los colegios
cierran a las 8:00 PM en las grandes ciudades, la ley electoral prohíbe que se
divulguen los primeros resultados antes de esa hora. Sin embargo, nada le impedía a
la prensa belga o suiza ofrecer la información, así que desde por la tarde,
bastaba con consultar en línea las páginas de los periódicos de los países
vecinos para estar enterados. Las redes sociales también contribuyeron en gran
medida a dar a conocer las tendencias, utilizando el humor y el ingenio para
referirse a los candidatos a través de códigos, sin nombrarlos. En Twitter, se
utilizó el hashtag #radiolondres, en homenaje a los mensajes enviados por la Resistencia
desde Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial. Así se publicaron frases como
“una gran ola proveniente de los Países Bajos está azotando Hungría”,
sugiriendo que Hollande estaba delante de Sarkozy, de ascendencia húngara. Otros
incluso compartieron las cifras, a modo de informe meteorológico: “Amsterdam: 29°, Budapest: 27°”. La transgresión se convirtió en un juego, y cuando los medios de comunicación franceses
pudieron por fin anunciar los resultados, muchos ya estaban al tanto. Está
claro que habrá que adaptar las reglas a la época en que vivimos.
En
cuanto a las cifras como tal, lo que más ha dado de qué hablar no son las
primeras dos posiciones, sino el tercer lugar de Marine Le Pen, que alcanzó 18%
de los votos. Casi una quinta parte de los electores, exactamente 6 421 773 personas, apoyaron a una candidata para quien los inmigrantes son la
causa de problemas como la criminalidad y el desempleo. Para una extranjera
como yo, es un golpe duro y una gran decepción saber que en un país de 64
millones de habitantes, una de cada diez personas con las que me cruzo en la calle preferiría
que yo no estuviera aquí. ¡Qué triste retrato de la tierra de la libertad, la
igualdad y la fraternidad!